ARTÍCULOS DE REVISIÓN

 

SEXUALIDAD Y MATERNIDAD ADOLESCENTE EN EL “PLAN NACIONAL DE PREVENCIÓN DEL EMBARAZO EN ADOLESCENTES EN ECUADOR”: IDENTIDAD, SUBJETIVIDAD Y CORPORALIDAD

ADOLESCENT SEXUALITY AND MOTHERHOOD IN THE "NATIONAL PLAN FOR TEEN PREGNANCY PREVENTION IN ECUADOR": IDENTITY, SUBJECTIVITY AND CORPOREALITY.

Paulina Aguilera Muñoz 1

 

 

RESUMEN

Este trabajo es una interrogación al concepto de sexualidad incluida en el Plan Nacional de Prevención del Embarazo Adolescente en el Ecuador, y un acercamiento a otra noción teórica, siempre puesta en tensión en su texto, visible tácitamente pero ausente de análisis: “maternidad adolescente”. Incorporo relacionamientos entre estos conceptos y nociones de identidad, subjetividad y corporalidad delineando un campo de tensión y disputa entre perspectivas teóricas. El presente artículo tiene su antecedente conceptual tanto en la literatura crítica sobre las nociones de juventud y adolescencia, particularmente aquella que cuestiona que ambas nociones sean concebidas como estáticas, ahistóricas, y concretamente, homogéneas y des-generizadas; y en la literatura; como en algunas perspectivas teóricas sobre sexualidad que la conciben como un producto cultural, social e históricamente situado.

 

Palabras Claves: Sexualidad, maternidad, embarazo adolescente, políticas públicas de sexualidad, juventud..  

 

ABSTRACT

This work is a question the concept of sexuality included in the National Teen Pregnancy Prevention in Ecuador, and an approach to another theoretical notion, always switched on in his text, visible tacitly but absent from analysis: "teenage pregnancy" . Incorporated Relationships between these concepts and notions of identity, subjectivity and embodiment outlining a field of tension and dispute between theoretical perspectives. This article has its conceptual background in literature review on the notions of youth and adolescence, particularly one that challenges both notions are conceived as static, ahistorical, and specifically, homogeneous and de-gendered, and literature, as in some theoretical perspectives on sexuality, it is understood as a cultural, social and historically situated.

 

Key words: Sexuality, maternity, teen’s pregnancy, sexual behaviour, public policies, youth.

 

 


INTRODUCCIÓN

Este trabajo es una exploración teórica de los conceptos de sexualidad, maternidad, cuerpo y subjetividad contenidos en el texto del documento “Plan Nacional de Prevención del Embarazo en Adolescentes” (PNPEA) en Ecuador (1). Intento interrogar el concepto de sexualidad incluido en el Plan Nacional, y hacer emerger otra noción teórica, siempre puesta en tensión en el texto, visible tácitamente pero ausente: la “maternidad adolescente”. Relacionaré estos conceptos con las nociones de identidad, cuerpo y subjetividad, de manera de analizar y delimitar un “campo” teórico.

 

Se empleará el texto del Plan Nacional (en adelante PNPEA o Plan, por lo extenso de su nombre) como narrativa de política pública. Por ello, utilizaré las descripciones sobre “embarazo”, “sexualidad” y “maternidad adolescente”, también los datos estadísticos, y las problemáticas descritas, como unidad de análisis textual.

 

Postulo que la política pública sobre sexualidad adolescente descansa sobre un campo teórico no cerrado sino en conflicto, que descansa sobre postulados conceptuales en tensión y disputa, cuando no, antagónicos. Este es el primer recorte del problemática.

El segundo recorte es que el Plan, al igual que otras iniciativas estatales sobre sexualidad adolescente, descansa sobre conceptos de sexualidad y maternidad que se constituyen en matrices de producciones ideológicas, tanto de representaciones de las “madres adolescentes” como de intervenciones de política pública en materia de sexualidad. Estas representaciones, construidas sobre conceptos aparentemente objetivos, tienen una fuerte carga ideológica y de género. Por ello, este análisis textual está basado, en cambio, sobre algunas perspectivas teóricas sobre sexualidad que la conciben como un producto cultural, social e históricamente situado. Intento des-centrar el foco del análisis que se hace desde las narrativas estatales y desde el “paradigma de derechos”. El paradigma de derechos es definido por Araujo (2) como un campo de discusión que: se perfila en relación con tres ámbitos (la dimensión emancipatoria, el problema de la regulación, y la concepción de la sexualidad), le otorga al Estado un lugar de “destinatario y agente”, ha permitido un diálogo con un Estado que funciona como instancia de control y definición histórica de lo sexual, y fortalece la juridificación y la judicialización de la vida social.

 

Para efectos de contexto incorporaré un breve preámbulo sobre los conceptos de juventud y adolescencia, que se nutre de la literatura crítica a las nociones de juventud y adolescencia estáticas, ahistóricas, y concretamente, homogéneas y des-generizadas. Particularmente, porque constituye un continuo conceptual con mí trabajo.

 

El presente artículo no alude a las bondades o limitaciones del Plan porque no es un análisis de política pública sino de su texto como territorio discursivo. Tampoco apunta a la situación del embarazo adolescente en el Ecuador; no intento una evaluación ni una descripción de este proceso en este artículo. Por cierto, no es una evaluación sobre el éxito del Plan en la reducción de embarazos adolescentes ni desconozco su aporte hacia las mujeres y adolescentes en el Ecuador. Como cualquier política pública, en el Plan confluyen e intervienen una multitud de actores, escalas, ámbitos y acciones diferentes. Todas estas cuestiones acerca de los distintos ámbitos, escalas y actores involucrados, sin duda importantes, y por tanto, un campo posible de análisis y de exploración, serán dejadas fuera de este artículo.  Estos son los límites de este trabajo que espera aportar una mirada de género de la sexualidad y maternidad adolescente, en el sentido de “género” usado por Scott (3), como un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos, y también como una forma primaria de relaciones significantes de poder. Este artículo tiene, absolutamente, una “perspectiva parcial” y subjetiva, tal como lo propone Haraway (4) frente a la relación naturalizada entre las prácticas de conocimiento que se denominan así mismas como objetivas, y la masculinidad, donde lo femenino toma el lugar de lo subjetivo, lo interesado, aquello que no puede borrar su subjetividad en el proceso de conocimiento.

 

Juventud y Adolescencia: conceptos desde la literatura crítica.

Sin pretender “decirlo todo” se hace necesario situar algunas nociones necesariamente previas para poder desarrollar y contextualizar mi argumento, que inscribe a la juventud en una relación de poder individual, familiar, pero por sobre todo, social.  En lo que respecta a este trabajo, se considera que la juventud, como lo propone Balardini (5) es una producción cultural, en cuya homogenización y aparecimiento han jugado un rol fundamental el modelo de acumulación capitalista, la crisis de la familia burguesa, la empresa individual de la modernidad y la Escuela/Educación como mecanismo de “preparación” y de adoctrinamiento (en palabras de Foucault). Balardini es enfático: “la juventud fue la respuesta al desarrollo productivo de la sociedad burguesa. El individuo burgués tuvo que desarrollar sus potencialidades individuales para encarar la vida productiva y política para administrar sus propios intereses en esta vida” (6).

 

La Juventud ha sido definida como un período “en tránsito” de la niñez a la vida adulta. Definiciones biologicistas la ubican como el período comprendido entre los 12 y los 30 años, etapa legal de la juventud en gran parte de los países, mientras que la adolescencia -particularmente en Ecuador- la ubican en el período que va desde los 12 a los 18 años. La juventud se concibe ligada a la “moratoria social”, concepto entendido como un tiempo “intermedio” en el cual las personas jóvenes, especialmente de clase alta y media, aplazan temas como tener hijos, casarse, o trabajar, en función de “prepararse” para la vida: estudiando, capacitándose, recreándose o experimentado. Duarte (7) es explícito en dejar sentado que es complejo definir juventud categorizándola como “transición”, o signada por la moratoria social, especialmente si alude a los sectores empobrecidos, donde una persona de 17 años puede estar a cargo de su familia, o de un hijo o hija, con un trabajo y responsabilidades, vive dinámicas excluyente propias de la juventud y su condición de clase, y donde el “tiempo de preparación” no aparece como una temporalidad posible.

 

Desde un ámbito societal, la juventud como construcción cultural en una segunda modernidad y en un modificado modelo de producción, está ligada también al proceso definido como individualización por Beck y Beck-Gernsheim (8). Estos autores sostienen que vivimos un proceso de individualización en el marco de una desintegración de formas sociales anteriormente existentes, donde los individuos se enfrentan a nuevas exigencias, controles y constricciones. En esta transformación estructural de lo tradicional, se individualiza los estilos de vida con libertades precarias: este es un individualismo institucionalizado, un “individualismo no lineal”, que es el resultado de la retirada de las instituciones clásicas (Estado, familia, clase, grupo étnico) o de instituciones fragmentadas, que han ido delegando funciones en instituciones privadas, desnormalizando así sus roles tradicionales hasta entrar en crisis (8).

 

En un período de individualización e “individualismo no lineal”, la juventud está entonces siendo vivida por personas que cada vez más se enfrentan a una libertad precaria, irreconocible, fragmentaria. En este sentido, es una juventud distinta a quienes la vivieron en un momento histórico donde la familia, la clase, el Estado, etc., generaban una suerte de linealidad en las distintas etapas etáreas, donde cada paso estaba al mismo tiempo determinado y tutelado por las instituciones. Estas instituciones que antes regulaban al Individuo se han vuelto tan distintas que son irreconocibles, y en la medida que ya no ofrecen normas del tipo constitutivas (o de significado colectivo), los individuos se encuentran desincrustados, desnormalizando sus roles, viviendo externamente a los mismos (8).

 

Existen entonces dificultades conceptuales para definir la juventud desde el período de edad que comprende, porque aparece como aislada del contexto social y económico, que se suma a la complejidad de definir como “joven” a un sujeto que pese a pertenecer al rango de edad asignado no cumple los demás requisitos para serlo, provocando un primer mecanismo reduccionista individual y colectivamente, que niega la historicidad del concepto juventud. Esta misma problemática se aplica al concepto “adolescente” que aparece como en tránsito entre la niñez y la juventud, aislado y fragmentado de las relaciones de poder que establecen su significado.

 

Este preámbulo es necesario para la idea introductoria siguiente: este trabajo cuestiona el aparecimiento y posterior evolución en las narrativas del Estado y particularmente en las políticas públicas -y de alguna manera también en los estudios culturalistas- de un concepto de juventud y de adolescencia, sustentado en una identidad monolítica y fija. Este segundo mecanismo reduccionista concibe a la juventud como estática.

 

Intento ampliar la mirada de quienes definen a la juventud como un fenómeno cultural, un tanto exótico, ligado a la aparición de las culturas urbanas, al consumo cultural masivo, conectado con las nuevas tecnologías y los procesos de globalización. Como aclara Bonder “se ha vuelto un lugar común afirmar que la juventud encarna la revolución digital” (9). Refiero a estas últimas definiciones conceptuales en la medida que definen categorías como “juventud” y “adolescencia” en forma fragmentaria: música, drogas, sexo, etc., descuidando la mirada del sujeto, inserto y entramado en un contexto económico y social. Por otra parte y a simple vista, pareciera que la juventud es una noción que alude inmediatamente al sexo, a la sexualidad y a su control. Así lo confirman los múltiples programas sobre “sexualidad responsable”, “sexualidad adolescente”, “prevención de conductas sexuales de riesgo”, y “prevención de embarazo adolescente”, que delimitan un tercer mecanismo: la fragmentación.

Particular y paradojalmente, pese a la fuerte carga en temas sexuales asociada a juventudes, muchas veces se alude a un individuo homogéneo y universal, sin diferencias determinadas por sexo y género. Por ejemplo, Balardini explicita que a partir del s. XVIII se consideraban jóvenes –no en un sentido cronológico, sino en el de individuos que adquieren una cierta condición especial que los agruparía en tanto "juventud"- solamente a los varones de clase burguesa, mientras que las niñas pasaban directamente a la condición de adultas dispuestas a ser desposadas (10). En el concepto etáreo de “joven”, también se vuelve un poco invisible que desde los 13 a los 30 años, hay al menos dos o tres fases de vida de las mujeres, que sufren diferencias radicales al incluir factores como etnia, ruralidad, status y posición en la familia, y pobreza, entre otras. Se produce entonces un cuarto mecanismo reduccionista: homogenización y universalidad.

 

En términos de Zizek (11): el Universal adquiere existencia concreta cuando algún contenido particular comienza a funcionar como su sustituto.

 

Hace un par de años la prensa amarilla inglesa trató con insistencia el tema de las madres solteras, presentándolas como fuente de todos los males de la sociedad moderna, desde la crisis de presupuesto hasta la delincuencia juvenil. En este espacio ideológico, la universalidad del “Mal social moderno” cobró forma sólo a través de la escisión de la figura de la “madre soltera”: por un lado, la figura en tanto particular, por el otro, en tanto sustitutivo del Mal social moderno (11).

 

Mi propuesta inicial es que estos cuatro mecanismos reduccionistas que describen a la juventud aislada del contexto social y económico, que niegan su historicidad, que la representan estática, fragmentada, homogénea y universal, funcionan como una suerte de “campo” donde se sostienen matrices de producciones ideológicas sobre juventud y adolescencia. Y que, sobre este campo se conciben muchas de las políticas públicas sobre juventud, particularmente, aquellas relacionadas con sexualidad.

 

El Plan Nacional de Prevención del Embarazo en Adolescentes del Ecuador

En este apartado, describo el Plan Nacional de Prevención del Embarazo en Adolescentes (PNPEA), que es parte de las políticas públicas implementadas por el Consejo Nacional de la Niñez y la Adolescencia del Ecuador y que fue concebido como una política pública especial de este organismo. El documento de 23 páginas que contiene a la política se caracteriza a sí mismo como “elaborado de manera participativa e intersectorial por representantes técnicos” de los Ministerios de Salud Pública, Educación, Inclusión Económica y Social y Coordinador de Desarrollo Social; el Consejo Nacional de las Mujeres (CONAMU), el Consejo Nacional de Niñez y Adolescencia (CNNA), el Proyecto Ecuador Adolescente, Plan Ecuador, y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).

Para elaboración del plan los insumos utilizados fueron las Memorias del Taller Intersectorial del 26 de julio 2007, y el documento inicial preparado por el Programa de Adolescencia del MSP. Además participaron adolescentes y el día 21 de Septiembre se realizó una reunión con algunos representantes de adolescentes del Ecuador (12)

 

Incluyo esta cita poniendo atención en la descripción de quiénes y cómo conciben y producen la política, especialmente, porque será un argumento utilizado más adelante. Al igual que la descripción de los actores elaborado en su objetivo general, que pretende:

 

Contribuir a disminuir el embarazo en adolescentes mediante el fortalecimiento institucional de los servicios de salud, educación y protección social, en un marco de coordinación interinstitucional e intersectorial con activa participación de la sociedad civil (Objetivo General. PNPEA, 2007:14) (12).

 

El Plan tiene cuatro objetivos específicos que son:

·         Implementar un Sistema Nacional de Información, sobre la situación del embarazo en adolescentes que permita la construcción de políticas públicas integrales e intersectoriales acordes a la realidad nacional y local incluido un sistema integrado de monitoreo y evaluación.

·         Fortalecer la rectoría del Estado para la protección integral de los y las adolescentes.

·         Implementar y fortalecer los servicios de atención integral, con énfasis en SSR [Salud Sexual y Reproductiva] y prevención del embarazo en adolescentes.

·         Garantizar la participación de las/los adolescentes en la construcción e implementación de políticas públicas integrales e intersectoriales de prevención del embarazo en adolescentes a nivel nacional y local.

 

Desde el inicio, el texto del plan intenta situar el embarazo adolescente en el contexto del Área Andina. Caracteriza que en los países andinos viven alrededor de 28 millones de adolescentes entre 10 y 19 años, y que de los 7 millones de adolescentes mujeres entre 15 y 19 años, 1.5 millones ya son madres o están embarazadas. En el texto, se indica que la probabilidad de ser madre en esta etapa aumenta entre las mujeres pertenecientes a los grupos de mayor pobreza y desprotección.

 

El texto describe efectos del embarazo adolescente en las personas jóvenes:

 

Efectos adversos para la salud de la madre y el/a hijo/a, dificultades para hacerse cargo de una familia, dificultades y falta de oportunidades para la formación escolar y laboral, el rechazo o la pérdida de redes sociales, la falta de apoyo, ausencia o irresponsabilidad de los hombres/padres, la transmisión intergeneracional de la pobreza, aspectos que repercuten en la posibilidad de alcanzar ciertas metas en el desarrollo social e individual, entre otras (PNPEA, 2007:1) (12).

 

La noción además introduce una caracterización inicial acerca de una “maternidad adolescente”, que describe a la adolescente embarazada como una joven pobre, que aún más, tiene dificultades para alcanzar “ciertas metas” en el desarrollo social e individual.

 

El punto de partida es considerar el embarazo en adolescentes como un problema social, pues cuando una adolescente se embaraza, toda la sociedad debe movilizarse; e individual, porque afecta el desarrollo de las mujeres y hombres adolescentes, en el sentido de que se ven abocadas/os a nuevas situaciones que truncan o modifican sus proyectos de vida, en torno especialmente a estudiar, recrearse, profesionalizarse y realizar su metas personales (PNPEA, 2007:10) (12).

 

Descripción interesante porque afirma que el embarazo adolescente afecta por igual a hombres y mujeres adolescentes.  Es sugestivo también la definición del embarazo como “un problema social”.

 

Otro efecto descrito que tiene interés en el análisis que intento desarrollar es el siguiente: “en caso de que decidan terminar con el embarazo, las adolescentes se enfrentan a leyes que penalizan el aborto, a intervenciones riesgosas, a la falta de atención psicológica y social y el alto costo, entre otros aspectos” (PNPEA, 2007:1) (12). Este relato acerca la noción de embarazo adolescente a la penalización y a la judicialización. Araujo denomina “judicialización” de la vida social –en “el paradigma regulatorio”- cuando se le otorga al Estado el lugar de destinatario y agente de la regulación de la vida (13). Un aborto adolescente descrito por el Plan pasa por el lugar desde donde el Estado regule la vida y el cuerpo, y también la carencia de ese Estado en mitigar sus efectos. Describe, sin embargo, costos que son visiblemente femeninos y serán más concretos para aquellas de situación empobrecida.

 

Desde la perspectiva de género, el texto del Plan es claro al señalar que el embarazo adolescente se enmarca dentro de normas socio-culturales caracterizadas por la desigualdad de género, lo cual influye en significados y vivencias diferenciadas del grupo de adolescentes de acuerdo a su sexo (PNPEA, 2007) (12). Indica además que “la mayoría de los/as hijos/as de madres adolescentes tienen como padre a un joven o adulto y, además, algunos varones adolescentes pueden desconocer o no responsabilizarse del hecho de haber sido padres” (PNPEA, 2007:2) (12).

 

Llama la atención que pese a la detallada estadística de las primeras páginas, no se consigne estadísticas sobre madres adolescentes a cargo de sus hija/os. Aunque probablemente debido que las adolescentes siguen a cargo de sus padres/madres, y sea más difícil de ubicar este dato estadísticamente, sería interesante una descripción que permita conocer si pese a no constituirse en jefas de hogar, cómo estas madres (y padres) adolescentes cumplen o no cumplen roles de proveeduría para sus familias y para sus hijos e hijas, y si esta situación de proveedoras es nueva y efecto de su maternidad. Sin embargo, el texto señala:

 

Los asalariados informales incluyen sobre todo a jóvenes que abandonan la escuela tempranamente, transitan y/o permanecen en el mercado informal sin superar la educación secundaria, muchos de ellos/as haciéndose jefes/as de sus hogares con hijos/as PNPEA, 2007:5) (12).

 

El texto narra exhaustivamente el embarazo pero no la maternidad en las adolescentes.  Esta misma omisión, aporta en la idea que la noción de maternidad en la temática de embarazo adolescente es menos visible. 

 

El Plan (PNPEA) vincula el embarazo adolescente con “las enormes brechas socioeconómicas prevalecientes con relación a los niveles de ingreso y educación, así como las desigualdades entre las zonas urbanas y rurales”. Ubica el embarazo adolescente en grupos socio-económicos bajos, en mujeres con menor nivel educativo y que viven predominantemente en áreas rurales. Intersecta las altas estadísticas con situaciones como: nivel educativo, pobreza (“un nacimiento en la adolescencia rebaja la razón de ingreso/necesidades de una mujer en más del 30%”), transmisión intergeneracional de la pobreza (probabilidad relacionada con ser hija/o de adolescente), ingresos mensuales, y posibilidades de culminar con éxito la enseñanza secundaria. Por lo tanto, explicita el Plan, la maternidad temprana profundiza la pobreza de las mujeres. Pareciera que la madre adolescente descrita es una niña-víctima, pobre, y por tanto, con un cuerpo factible y necesario de normar y medicalizar, un cuerpo-pobreza más que un cuerpo situado en la exclusión y violencia económica, fragmentado y genitalizado, regulado e institucionalizado por el Estado, el mismo que ya no ofrece normas de significado colectivo, ni produce -al igual que las otras instituciones sociales contemporáneas- trayectorias lineales y tuteladas en todo los ciclos de edad, y que más aún, producen significaciones contradictorias (12).

 

En el apartado correspondiente a la descripción del embarazo adolescente en el Ecuador, y desde una entrada etárea, el Plan describe:

 

Dos de cada tres adolescentes de 15 a 19 años sin educación son madres o están embarazadas por primera vez. Las proporciones de maternidad adolescente son hasta cuatro veces más altas entre las que no tienen educación (43%), comparadas con las de niveles educativos más altos (11% con secundaria completa). Las brechas por niveles de ingresos son también importantes. Por un lado, alrededor del 30% de las adolescentes del quintil inferior de ingresos son madres en Ecuador, mientras poco más del 10% de las adolescentes de mayor nivel de ingresos son madres o se embarazan. Asimismo, al analizar las tasas de fecundidad por Área, se observa que la fecundidad adolescente en áreas rurales son 30% más altas que en áreas urbanas (PNEA, 2007:4) (12).

 

Desde la perspectiva ya no de madre adolescente sino de maternidad adolescente -la gran ausente- el Plan indica que: “madres adolescentes fueron hijas de madres adolescentes”, y que existen “impactos negativos de la maternidad adolescente sobre los logros educativos de los niños y niñas de hogares pobres”. Es decir, describe una maternidad adolescente ligada a la pobreza y la precarización, pero también relata una imagen algo estática y universal.

 

Postulo que la noción de madre adolescente ligada al control de la sexualidad adolescente hace ausente y sustituye la noción de maternidad en la política pública, y que esta producción parcializada invisibiliza a las adolescentes en sus posibilidades de disputa y negociación. La ausencia de la noción de maternidad en el embarazo adolescente es también descrita por Varea (14), en su trabajo sobre maternidad y adolescencia en Quito, para quien:

 

Las adolescentes se convierten en entes pasivos sin poder de decisión. Al ser aceptada la medicalización como una norma y a los profesionales como sujetos poseedores de verdad las voces de las mujeres no son tomadas en cuenta, de manera que son recluidas al silencio. Por esta razón dan a las adolescentes métodos anticonceptivos apenas dan a luz, sin previa consulta (2007:56) (14).

 

¿Cómo se produce entonces esta noción de maternidad adolescente medicalizada y normada?, ¿qué concepción de la sexualidad y la maternidad en adolescentes está ofreciéndonos el Estado?. Propongo dos ejes de análisis para estas preguntas, que serán desarrollados a continuación: maternidad adolescente y sexualidad adolescente.

 

Maternidad adolescente: regulación, hegemonía y disciplinamiento.

El primer eje de análisis desde la maternidad se inicia con Manarelli (15) para quien la noción de maternidad muestra una evolución histórica en América Latina, particularmente en relación con las imágenes de mujer y las nociones de crianza. La maternidad en América Latina y las transformaciones que ha experimentado este concepto, desde una perspectiva histórica como lo estudia la autora, lo sitúan como una construcción social que ha tenido impacto en la definición de la identidad de la mujer y su posición en la sociedad. Hace 50 años atrás, una mujer de 13 años embarazada no era una “madre adolescente”, era una mujer embarazada, muchas veces a cargo de un esposo y una familia.

 

En relación a las madres adolescentes, esta perspectiva propuesta es útil para ubicarla en torno a nuevas demandas planteadas desde el Estado para el control y regulación de los cuerpos adolescentes, y también para lo que Manarelli (15) denomina “el disciplinamiento sexual de las mujeres” ligadas al cuidado de la salud y de los futuros ciudadanos. En el caso de las madres adolescentes, parecieran nacer bajo el estigma –desde la narrativa estatal- de ser hijas/os de una persona adolescente, empobrecida y cerrando el círculo intergeneracional de la pobreza.

 

Manarelli explicita que la maternidad social de los años de conformación de los Estados en Latinoamérica tuvo como resultado la redefinición de las jerarquías familiares. Sin embargo, ¿se redefinen desde la concepción de la maternidad adolescente algunas jerarquías familiares?. Pareciera que no. Desde el texto del plan ecuatoriano, la maternidad de las adolescentes (y por tanto, su sexualidad) se convierte en un tema público centrado casi exclusivamente en el coito y sus órganos reproductores. Pero más aún, se produce en un diálogo colectivo hegemónico -siguiendo a las categorías usadas por Manarelli- donde participan los y las portadoras de conocimiento: médicas/os, matronas, ginecólogas/os, adolescentólogas/os, y una larga lista de otras y otros especialistas adultos (Manarelli, 1999:70) (15) en una esfera dialogante donde quienes no participan son justamente ellas, las adolescentes. Cabe recordar acá la descripción del Plan que se autodefine como “elaborado de manera participativa e intersectorial por representantes técnicos” de una lista de ministerios, organismos estatales y de la Sociedad Civil y “algunos” representantes de adolescentes del Ecuador (PNPEA, 2007:1) (12).

 

Más aún, aquellas adolescentes pobres que deben permanecer en establecimientos de salud son “entrenadas” en los establecimientos médicos desde nociones de crianza y de cuidado de sus hijas/os, como lo relata Varea (14):

 

A pesar de que muchas mujeres adolescentes que asisten a la Maternidad enfrentan situaciones de pobreza, desempleo y violencia, están obligadas a cuidar la vida de sus hijos (as) con amor, de manera que la psicóloga recomienda a la mujer adolescente que no sienta iras, lo cual significa una forma de reprimir la rebeldía frente a la maternidad obligada (14).

 

Esto implica también un desplazamiento desde “embarazo adolescente” hacia “buena madre” producida desde una noción hegemónica de la maternidad que no respeta diferencias y particularidades. ¿Qué maternidad es enseñada por el sistema de salud pública y el Estado a las adolescentes en situación de pobreza? Y más aún ¿desde qué nociones hegemónicas de maternidad se construye?.

 

Es posible encontrar en estos cuestionamientos respecto de la sexualidad y maternidad adolescente un continuo sobre nociones como formación apropiada de la unidad doméstica y familiar, comportamientos, conocimientos (higiene, cuidado del hogar, lactancia) y actitudes de las madres, nociones que configuran definiciones que legitimaron la intervención médica  en la formación de hogares, en el acto mismo del parto, en la crianza de niños y en los comportamientos morales de las personas, y por tanto, nociones que se vuelven de interés y asunto público como relata Clark (16). Y en nociones como control de la reproducción, aborto y eugenesia, entendida ésta como medida de profilaxis e higiene social, descritas por Lavrin (17). Ambas autoras estudian el escrutinio de la sexualidad y la protección a la infancia que tiene como protagonistas a las mujeres latinoamericanas y su relación con el Estado en la primera mitad del siglo XX. Cabe señalar que todos estos estudios apuntan a que las mujeres que debían ser “formadas”, reguladas y por el Estado para ser madres eran mujeres pobres.

 

Para el Plan, el núcleo de la problemática se ubica en qué parte se “deben concentrar” las acciones estatales:

Resulta evidente que la fecundidad adolescente no disminuye solamente con información y acceso a servicios. Por lo tanto, cabe la duda sobre si el enfoque de las acciones se concentran hacia la atención del embarazo adolescente en lugar de la prevención y/o si las acciones, como la organización de los servicios, responden a concepciones adulto céntricas, sin considerar las diversas necesidades reales y sentidas de los/as adolescentes en diferentes contextos socio-culturales (12).

 

Por ello, diagnostica que “los sectores de educación, salud y trabajo no han desarrollado capacidades integrales e integradoras para disminuir las condiciones de exclusión y de riesgo de niños, niñas y adolescentes” (12). En síntesis, el Plan describe cuerpos embarazados, naturalizados, sin capacidad de decisión, donde el poder se corporaliza basado en un discurso médico y de derechos, y en ese sentido inscritas en una relación de género como una forma primaria de relaciones significantes de poder.

 

Más en concreto, como Varea propone, existe una suerte de minoridad política en relación al embarazo adolescente que se convierte en un relato a veces antagónico al discurso de derechos:

 

Los discursos médicos sobre los derechos sexuales y reproductivos sugieren que ellas pueden decidir sobre su vida futura. Sin embargo ellas no tienen la posibilidad de optar cómo criar a sus hijos, tampoco tienen la posibilidad de ponerlos en adopción cuando han sido víctimas de abuso sexual y no pueden abortar” (14).

 

En este punto, vale la pena insistir en que este artículo no es una crítica a la eficiencia o eficacia como política pública del Plan, sino un intento de delimitar un “campo” alrededor de los conceptos de sexualidad y maternidad des-centrado de la narrativa y el lenguaje estatal, y en conflicto con otras perspectivas teóricas.

 

Sexualidad adolescente: régimen de saber/poder, medicalización y naturalización de la función femenina

Un segundo eje de análisis en el texto del Plan es la noción de sexualidad adolescente construida por la narrativa estatal. La palabra “sexualidad” aparece en el marco de estos relatos: 

 

·         El Ecuador cuenta con políticas públicas que protegen el derecho de los/as adolescentes a recibir información y educación en sexualidad y salud sexual y reproductiva (PRONESA) (12)

·         Los datos disponibles corroboran la existencia de una demanda educativa insatisfecha en el campo de la educación de la sexualidad (12)

·         La sexualidad esta estigmatizada en la sociedad y tiene dificultades de un diálogo y fluidez de información que permita un abordaje integral. (12)

·         Reconociendo que en el desarrollo de la sexualidad y reproducción humana intervienen una diversidad de factores, que rebasan los ámbitos del sistema de salud, y considerando que el embarazo en adolescentes es una problemática social multicausal el plan será trabajado desde los múltiples sectores e instancias gubernamentales, no gubernamentales y sociedad civil (12).

 

Particularmente para el análisis desarrollado en este artículo, es significativa esta otra narración porque ubica al Estado como el lugar de regulación de la sexualidad:

 

Tradicionalmente en el país se ha enfatizado en la salud reproductiva y poco en la salud sexual, por tanto es necesario incrementar acciones tendientes al desarrollo de la sexualidad saludable en la población ecuatoriana (12)

 

El texto del Plan Nacional explicita también que en los espacios familiares y otros espacios “la sexualidad es vista como degradante, pecaminosa o legitimada en el matrimonio y la familia” (12) y critica que en la institucionalidad de salud y educación en forma predominante se maneje [utilizo la palabra textual] la sexualidad desde lo biológico y ligada a la procreación con dificultades de ahondar en las otras dimensiones de la sexualidad: psicológica, afectiva, erótica, relacional, placentera y comunicativa (12).

 

Todas estas nociones descritas en el Plan se vinculan a la noción de campos de saber/poder, ligados tanto a la confesión focualtiana como a la circulación de conocimiento, características propias de los regimenes descritos por Foucault. Aunque el texto del Plan sostenga explícitamente que “la prevención del embarazo adolescente tiene que abordar la sexualidad, pues en la sociedad existen diversas instancias que influyen en las prácticas sexuales en forma contradictoria, y por tanto afectan en la forma en que la sociedad aborda el embarazo en adolescentes” (12).

Y se describa la construcción de un:

Imaginario colectivo desligado de una construcción cultural erótico-afectiva (….) que promueven imaginarios contradictorios, duales con una doble moral, que se caracteriza por promover el erotismo ligado al consumo en donde la mujer y las adolescentes son vistas como objetos de deseo y sin embargo, no ayudan a mirar el embarazo en adolescentes en forma integral (12).

 

Este relato que une nociones un tanto contradictorias y antagónicas dentro del Plan configura un campo teórico en conflicto. Intentaré des-centrar el foco del análisis de las narrativas estatales y del paradigma de derechos, utilizando los relatos del Plan analizados arriba para mirarlos con el filtro de otras perspectivas teóricas. Inicio desde las nociones aportadas por Weeks (18) para quien la sociedad opera como el principio indispensable de producción de conductas sexuales y de las significaciones que les están ligadas.

 

En ese sentido, la noción de sexualidad adolescente oscila entre significaciones contradictorias, ligadas al mismo tiempo al control y al acceso; pero también, a la producción de conductas sexuales con nuevos significaciones que sobrepasan con creces la tensión entre lo que está permitido y lo que no está permitido para un hombre o mujer en la adolescencia. Volviendo a Weeks (18) los cuerpos y la sexualidad no tienen significados intrínsecos sino que se deben concebir como un conjunto de creencias, relaciones e identidades históricamente conformadas y socialmente construidas. Cuestiono entonces: ¿qué es la sexualidad adolescente más allá de su genitalidad?, ¿cuáles significados y cuáles prácticas la producen?.

 

Es evidente acá la noción de Bozon (19) de “medicalización de la sexualidad” en las y los adolescentes. El cuerpo adolescente es objeto de múltiples prescripciones medicalizadas donde los ausentes son: el erotismo, las emociones y los sentimientos.  A riesgo de una perspectiva prescriptiva, valdría la pena profundizar sobre las motivaciones personales y guiones eróticos que impulsan en nuestras sociedades, a las y los adolescentes a iniciar su vida sexual, y no sólo situar la sexualidad adolescente en un lugar de control y culpa.

 

Otros elementos explicitados en el Plan (tal como están escritos en el documento donde aparecen como subtítulos) que suman en esta idea de medicalización de la sexualidad adolescente son:

 

-          Acceso a servicios, información y educación en salud sexual y reproductiva. El Plan considera que la incidencia de embarazos en la adolescencia se relaciona, entre otros aspectos, con limitaciones e insuficiencias en el acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva, así como a la información y la educación.

 

-          Familia y comunidad. Se describen como factores asociados con embarazo en adolescentes: desestructuración y/o disfuncionalidad familiar, comunicación inadecuada y falta de apoyo familiar.

 

-          Mortalidad, Violencia, Aborto. Describe cómo en el caso de la mortalidad infantil existen evidencias claras respecto a que ésta se asocia a la maternidad temprana; que un factor de riesgo para embarazos en adolescentes es haber sufrido abuso sexual durante la infancia y/o adolescencia y también que muchos de los embarazos son fruto de abuso sexual. Por último, relaciona al aborto como fenómeno frecuente entre mujeres adolescentes no unidas que no planeaban/deseaban sus embarazos.

 

La narrativa sobre anticoncepción es extensa en el texto (PNPEA). Foucault ya explicó bien los mecanismos a través de los cuales el poder/saber del sexo se convierte en mecanismo de control. Su “hipótesis discursiva” implica que existe un llamado discursivo que hace hablar al sujeto sobre el sexo, una alteración provocada por cierto “interés público” sobre el sexo y la verdad producida a partir de él y por él. En la temática de sexualidad adolescente ya no sólo de interés público sino también un “problema público” además, se introduce otra idea de Foucault, para quien el sexo es, al mismo tiempo, acceso a la vida del cuerpo y a la vida de la especie, usado como matriz de las disciplinas y principio de las regulaciones (20).

 

Desde la disciplina y la regulación, las siguientes palabras aparecen repetidamente y puestas en tensión a lo largo de todo el documento: encuestas y sistemas de registro, vasectomía, condón femenino, métodos “modernos” v/s “tradicionales”, conocimiento v/s uso de condones, método usado en la primera relación sexual, “razones predominantes” del uso o no uso de método de anticoncepción, entre las principales. Para el Plan Nacional, la edad de la iniciación sexual, el conocimiento y uso de anticonceptivos y la nupcialidad son determinantes asociados a la probabilidad de que se produzca el embarazo adolescente.

 

Tres nociones entonces detrás de la sexualidad adolescente narrada en el Plan: información y vigilancia (saber/poder), discurso médico, y naturalización de la función femenina. Nociones teóricas sobre sexualidad adolescente en conflicto con la individualización y el placer, y en tensión de ruptura y continuidad con el paradigma de derechos.

 

Paradigma de Derechos v/s individualización y placer

El Plan hace explícito y detallado un amplio marco legal que sustenta su formulación e implementación (art. 42, 43, 47 y 49 Constitución Política, Programa de Acción de El Cairo - 1994, Beijing 1995; la Ley de Educación de la Sexualidad y el Amor, Ley de Maternidad Gratuita y Atención a la Infancia, Ley contra la Violencia a la Mujer y la Familia, Ley para la Prevención y Atención del VIH/SIDA, entre las principales). El texto está claramente asentado en el discurso de los derechos y de sus disposiciones reguladas por el Estado. Pero también liga al embarazo adolescente con los temas de desarrollo ya que considera que el embarazo adolescente es un problema que afecta el avance en los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) relativos a la reducción de la pobreza, el aumento del nivel educativo, la promoción de la equidad de género, el empoderamiento de las mujeres y el mejoramiento de la salud materna e infantil. La palabra placer no aparece en cambio ni una sola vez en el texto, un signo extraño en un texto que habla sobre sexualidad.

 

Es posible ubicar entonces una tensión en el “paradigma de derechos” ligada a la ausencia de nociones de placer, emociones y erotismo. Como relata Salgado (21) en el Ecuador la entrada más frecuente en el tratamiento de la sexualidad ha sido desde el campo de la salud con un enfoque biomédico que enfatiza en la prevención de diversos riesgos y la violencia sexual particularmente contra las mujeres, centrada en su visibilización, denuncia y criminalización. Puntualmente, Salgado indica que:

 

Hasta hoy ha prevalecido una mirada al ámbito de la sexualidad como un campo minado y propicio para causar diversos daños como la violencia sexual, los embarazos no deseados, la transmisión de enfermedades e infecciones sexuales, el contagio del VIH Sida, la mortalidad materna por abortos clandestinos, y una larga lista de etcéteras. Mientras tanto, el placer ha sido visto como el pariente pobre, aquel que no es invitado al debate, aquel que es visto con sospecha, aquel que es excluido (21).

 

Esta frase refleja este núcleo de tensión y ruptura entre el paradigma de derechos v/s el placer como campo teórico. Este núcleo de tensión y ruptura es, sin embargo, asumido como un continuo por el Plan:

 

La sexualidad y los cuerpos son el territorio por excelencia de las relaciones y la negociación de los intereses compartidos y opuestos de hombres y mujeres, y sus resultados se encuentran expresados en el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos y la salud sexual y salud reproductiva de las mujeres (PNEA, 2007:13) (12).

 

El paradigma de derechos además “apuesta por la construcción de nuevas sexualidades hegemónicas y busca la institucionalización de nuevas propuestas” (Araujo, 2008:32) (13). Si la sexualidad adolescente es un espacio para cuestionar lo que Araujo denomina “sexualidades hegemónicas” ¿Cuál es la sexualidad hegemónica para los y las adolescentes? y ¿cómo se produce?.

 

Desde las perspectivas teóricas en conflicto de ruptura y continuidad con el paradigma de derechos, es importante tener en cuenta los análisis de Irma Palma (22) para quien las relaciones sexuales en personas jóvenes ya no circulan en un lugar de permiso (entre lo permitido y lo que no lo está) sino que “simplemente están accesibles y se accede a ellas” (2006:263) más allá de los discursos de control de una sociedad adulta que no utiliza siempre para sí misma los mismos cánones que exige a las y los adolescentes. Palma explicita que la sexualidad, su acceso, inicio, prácticas y significaciones en personas jóvenes, se sitúa entre la ruptura y continuidad con la sexualidad de las generaciones previas.

 

Otra visión crítica a los limites de los derechos está expuesta en Fassin (23) para quien “si hay un lugar donde el poder se manifiesta, es justamente en la carne del individuo” (2005:202). Desde esta óptica, el individuo no sólo está expuesto a tensiones de regulación/libertad sino que ésta tensión se corporaliza, se hace carne, “a tal punto de que no sería un exceso hablar de in-corporación del poder” (23). Para Fassin existe una economía moral que establece una relación con el Estado desde un gobierno de los cuerpos que es también un gobierno por los cuerpos y donde ese cuerpo es concebido como un relato autobiográfico fragmentado en súplicas que permitan la compasión y generosidad del Estado y sus agentes.

 

Este punto de vista se complementa con una noción de Manarelli (15) para quien “las relaciones entre el cuerpo y su funcionamiento biológico fueron convirtiéndose en supuestos para las definiciones de las identidades sexuales” así como la práctica y el conocimiento médico fueron naturalizando las funciones femeninas alrededor de la maternidad y  haciéndolas parte de “una entidad biológica diferenciada de la masculina” que establece nociones cada vez más diferenciadas de lo masculino y lo femenino (15).

 

Los discursos médicos y de derechos reproductivos, sobre embarazo adolescente son usados sobre la sexualidad adolescente en un dispositivo de control y regulación. Estos discursos sin embargo aparecen como insuficientes para entender formas ligadas a la construcción histórica de la sexualidad que ha ido cada vez más desligando la reproducción del placer. Los significados y prácticas de la sexualidad en adolescentes además, están más vinculados al riesgo, a la temporalidad, a una práctica cotidiana cuya importancia bordea lo excesivo, como afirma Palma (24). Por otro lado, la sexualidad adolescente aparece ya no más ligada a la reproducción ni a la nupcialidad, y aunque está sostenida en trayectorias individuales y colectivas, no está determina por instituciones ni normas, sino que sus tópicos centrales aluden a lo que Palma denomina “sus efectos biográficos y las elecciones y las acciones que en sexualidad se pueden activar” (24).

 

Pareciera que la sexualidad joven y adolescente estaría inscrita en un campo distinto, con otras lógicas (con su propia tensión entre la lógica preventiva y la lógica del riesgo como describe Palma) a veces irreconciliables con el discurso normativo e institucional, con espacios de libertad disponibles, más opciones, mayor presión por hacerse cargo de sí mismos y por evaluar los alcances para la propia vida de las decisiones y acciones. En el fondo, no hay una pregunta por la ocurrencia sino por el impacto, que constituye un nuevo centro de la narración sobre sexualidad, ligado a la construcción del vinculo, a la intimidad, a la cotidianidad y la apertura, a la posibilidad de la ocasionalidad; en síntesis, a una pregunta ética más que a una pregunta moral ¿cómo me cuido? más que ¿lo tengo o no? (24).

 

Desde otras entradas conceptuales, y teniendo en cuenta que ya Foucault delineó el proceso de sexualización del niño por parte del biopoder y la estatización de lo biológico, es interesante cómo la medicalización (y de alguna forma el control y castigo de la sexualidad adolescente sumada a los sesgos de “pecado” de la cultura católica latinoamericana) deja por fuera entradas que sería interesante re-leer como, por ejemplo, la de las “pulsiones eróticas” propuesta por Muchembled (25) quien desde una mirada europea concibe a la líbido -y la tensión fundadora entre la líbido de cada uno y los ideales colectivos- como generadora de un poderoso esfuerzo de sublimación, donde las pulsiones eróticas constituirían el fundamento de la originalidad.

 

Cuerpo como espacio de identidad, subordinación y contestación

A modo de conclusión de este ejercicio teórico, intentaré hacer visible que las narrativas de sexualidad adolescente en la política pública tienen una tensión (que configura una suerte de “punto de fuga”) cuando son concebidas desde el cuerpo, como espacio de la política, de la identidad y al mismo tiempo, como espacio de la subordinación y de la aplicación del saber/poder.  Propongo confrontar el análisis desarrollado hasta ahora con las nociones de identidades y cuerpo, que intentaré ir entrelazando con las nociones anteriormente descrito y analizado.

 

Es pertinente situar la sexualidad en las adolescentes enfrentada con una primera noción: las identidades de “Mujer” y las instituciones por donde transitan (la familia, lo privado y lo público). Para hablar del carácter móvil, situado, superpuesto, relacional y contingente de la identidad frente a una identidad esencial que se le atribuye a la Juventud, es conveniente extraer una premisa de Mohanty. Mohanty habla de “identidades de la mujer” las que se entienden en su composición antes que en su ubicación en una variedad de instituciones sociales, como la familia. Para Mohanty, los conceptos tales como la reproducción, la familia y la religión, se utilizan sin el contexto y la especificidad histórica, por ello, propone la construcción de la categoría de "mujeres" en "una variedad de contextos políticos que suelen existir simultáneamente y superpuestos uno encima de otro." (26).

 

Identidad aparece en el texto del Plan en dos ocasiones: asociado a al derecho a una identidad contenido en la Constitución Política y prescriptivamente a “aumentar la capacidad de las mujeres para defender sus derechos individuales y colectivos en todos los ámbitos que contribuyen a conformar la identidad de género” citado de la Política Nacional de Salud y Derechos Sexuales y Reproductivos del Ecuador (PNEA, 2007:14) (12).

 

Este análisis de Mohanty aporta una ruptura con la noción de Identidad del Plan, porque permite ser consciente de los vínculos entre las mujeres, y los grupos de mujeres, sin caer en falsas generalizaciones, al tiempo que reconoce las contradicciones, así como los puntos comunes en sus experiencias. Hablar de “identidades de la mujer” permite un acercamiento a las mujeres jóvenes, y de esta forma, entender su contexto específico, móvil, en torno a las Instituciones que circulan, donde la sexualidad puede ser estudiada como el origen de la opresión, y la opresión como el lugar de producción de formas particulares de sexo/género. Portocarrero (26) indica que es pertinente hacer una distinción de los espacios públicos y privados y sus discursos específicos de género en juventud. Las adolescentes son hijas u ocupan un lugar/status en sus familias donde enfrentan un discurso patriarcal que norma la esfera privada y las relaciones familiares. Paradojalmente también co-existen con un discurso de la equidad en la esfera pública, en el mundo escolar, laboral y político.

 

La segunda noción es el cuerpo. El tránsito cotidiano, y experimentado en el cuerpo, por intersecciones identitarias e instituciones no está exento de conflictos y a su vez, produce distintos significados e hibridaciones. El Plan sitúa al cuerpo en una tensión que aparece como un continuo y no una ruptura entre los derechos y la corporalidad como punto de fuga:

 

Los y las adolescentes plantean que sus parejas no asumen el embarazo, refieren desde maltrato hasta obligarles a abortar, cuyo denominador común es el no reconocimiento de que las adolescentes embarazadas tienen derechos y el primero de ello es la decisión sobre su cuerpo y su vida (PNEA, 2007:11) (12).

 

Para Braidotti (27) en cambio, el cuerpo o la corporización del sujeto, no debe entenderse ni como una categoría biológica ni como una categoría sociológica, sino más bien como un punto de superposición entre lo físico, lo simbólico y lo sociológico.  Haraway (28), sostiene, que no tener un cuerpo es estar en un no-cuerpo habilitante de juicios objetivos. Opone a esta “objetividad” un “nosotras”, mujeres portadoras como lugar, cuerpo que se reconoce como tal, que no niega su posición para afirmar algo sobre el mundo o para realizar prácticas de conocimiento, y reivindica tal posición a partir de la cual se funda un “objetivismo feminista”.

 

Finalizando, acudo a Butler (29) para quien la sexualidad emerge como una posibilidad improvisatoria dentro de un campo de restricciones y poder; y como una manera de transportar significados culturales a través de la operación de las normas y de los modos en que son deshechas. Si el cuerpo tiene una dimensión pública, como propone la autora, constituido como fenómeno social en la esfera pública, y por tanto, ambivalente porque es mío y no lo es a la vez, el debate en torno a la sexualidad adolescente tiene opciones alternativas.

 

Sin embargo, siguiendo a Butler, esto implica también “embodiment”, una serie de normas que determinan quién será considerado un sujeto viable dentro de la esfera política y quién no. En una cultura adulta (por adultocéntrica) sería pertinente proponer las salidas encontradas por la misma autora al problema del cuerpo/sujeto adolescente, éstas son: una lucha para rehacer las normas a través de las cuales se experimentan los cuerpos, fantasía para tomar el cuerpo como punto de partida para una articulación que no esté constreñida siempre por el cuerpo “tal como es”, y  la posibilidad que debe primero ser imaginada desde otro lugar antes que alguien pueda imaginarme a sí mismo (29).

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Recibido:  13/06/2010

Aceptado: 02/07/2010

 

 

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1. Msc. en Género y Desarrollo de FLACSO (Ecuador). Especialista en Cooperación Internacional de la Escuela Latinoamericana de Cooperación Internacional para el Desarrollo - Universidad San Buenaventura de Cartagena de Indias (Colombia) y Universidad de Pavía (Italia). Cooperante Especialista en comunicación y desarrollo en Nicaragua y Ecuador. Consultora en género y desarrollo para diversas instituciones y organizaciones en Nicaragua, Ecuador y Colombia.