EDITORIAL
LA
VIRGINIDAD
VIRGINITY
La virginidad,
tradicionalmente la entendemos en mantener el himen intacto, dándole un
significado simbólico como un máximo valor.
La valoración patriarcal que
exige la virginidad femenina para el momento del matrimonio representa la doble
moral que nuestra sociedad maneja en relación con la sexualidad, restrictiva
para las mujeres y permisiva para los varones. Casi nunca hablamos de la
virginidad masculina o castidad, tema que no está en debate.
En muchos casos se interpreta
que la virginidad equivaldría a no tener conocimiento de la sexualidad, la
mujer debe ser muy ingenua e ignorante; el saber sólo sería justificable con el
matrimonio.
Esto provoca que muchas
parejas tengan prácticas sexuales peligrosas con su novio, tratando a toda
costa de mantener su himen intacto.
Me pregunto si este tema
tiene un mismo valor en todo el país, ¿será igual en las zonas rurales que en
las urbanas?, ¿será igual en la selva que en la sierra o en la costa?, ¿igual
en grupos instruidos que en los analfabetos o de baja escolaridad?. La realidad peruana evidencia diferencias, traducidas en
altos porcentajes de embarazos en adolescentes, cada vez más jóvenes son madres
antes de los 18 años, a predominio rural y en la mujer de menor escolaridad.
La cultura andina y el
matrimonio a prueba o sirvinacuy son una clara expresión de nuestra diversidad
cultural, y que estos valores no representan lo mismo en todas partes.
Ante ello tenemos que la
virginidad y la castidad constituyen una decisión personal, mujeres y varones
tienen derecho a ejercer su sexualidad, a planificar su familia y su ejercicio
se basa en el conocimiento de su pareja, en su responsabilidad como tal, en su
nivel de autoestima y de asertividad. Ambos son sus derechos sexuales y
reproductivos, es decir, sus derechos humanos, de ellos y ellas depende esa
importante decisión personal.
El director